Construcción de la historia a partir del archivo y la memoria
La narradora y poeta con estudios en sociología e historia, Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964) deja ver la historia de México de principios del siglo XX a través de su novela Nadie me verá llorar (Ed. Tusquets Editores, 1999), a lo largo del relato se denota una gran documentación por parte de la escritora que, con realidad y verosimilitud, arma un libro cargado de emociones intensas, la escritora convoca la historia de los últimos años del porfirismo, del México revolucionario y postrevolucionario, así como el acontecimiento particular del manicomio La Castañeda, inaugurado en 1910 con motivo de la celebración del centenario de la Independencia.
De la mano de un narrador en tercera persona, que de capítulo en capítulo alterna su atención, el lector se adentra en general a la historia de México, en la transición del s. XIX al s. XX, y en particular al relato que Joaquín el fotógrafo desentraña a base de los recuerdos que una mujer le narra desde su locura, presentándole sutilmente la perspectiva del pasado que este irá reconstruyendo. Se advierte el doble papel de él que, a modo de encarnación de la autora, busca en los archivos del manicomio La Castañeda y en bibliotecas los documentos que confirmen su sospechado reconocimiento de Matilda y que le ayuden a reconstruir el misterio que le significa ella. Su ardua búsqueda llega lejos al conjugar la narración personal de Matilda con los hallazgos de Joaquín en su expediente clínico.
En este sentido, es viable decir que la
perspectiva histórica se sostiene en la presentación de documentos verídicos y,
sin embargo, este mismo recurso pone de manifiesto el artificio de la ficción,
pues deja ver el juego imaginativo entre los niveles del relato, la historia o
diégesis y la narración. Pues, al mismo tiempo que tales textos sirven para
construir la genealogía de este singular personaje, informan sobre la llegada
del pueblo totonaca al Tajín y lo que sufrió esta gente por sobrevivir a la
explotación del caciquismo porfirista. Desde esta óptica, la noción de archivo
se apoya en la lectura e interpretación de documentos históricos que anteceden
a la narración de la novela y que proyectan su estructura.
En el capítulo tres de la novela, “Todo es
lenguaje”, se encuentran intercalados expedientes clínicos. El lector se coloca
directamente en donde convergen la historia y la ficción, cuestionando esta
última el valor de «verdad» de la primera. Los documentos incluyen el registro
de los antecedentes familiares y de salud del enfermo, descripciones de
síntomas, constitución física, comportamiento y observaciones del médico que
entrevistaba al paciente. Aunque las partes de los expedientes incluidos
presentan modificaciones, está patente el hecho de que cada texto aporta una
significación particular a la experiencia narrativa y por su parte, el trabajo
de la ficción sobre el documento no está solo en la modificación de datos, sino
que llega al nivel del lenguaje. Desde el comienzo de la novela se observa la
importancia que la autora da a su manejo.
En lo escrito queda la huella del pasado
que el historiador tiene que descifrar. Los relatos en esta novela conducen al
desentrañamiento de modos de vida que responden a un marco social determinado
por un sistema de exclusión impuesto por las instancias del poder. El archivo
tiene un valor institucional, a diferencia de la memoria, que ha ganado la
atención de la historia, y que es alternativa para acceder al conocimiento del
pasado y a la construcción de una memoria colectiva. En este sentido, la novela
de Rivera Garza, más que oposición entre archivo y memoria, deja ver la
complementariedad de funciones.
Si bien da espacio a la voz del discurso
oficial de la época porfirista, particularmente en el personaje de Marcos
Burgos, quien encarna la ideología positivista y, con ella, la seguridad de que
el método científico, la higiene y la educación serían la solución de todos los
problemas sociales, haciendo de sus integrantes mejores individuos, también permite
que la voz de Matilda se escuche Así, aunque se cuestione la infidelidad de la
memoria por estar sujeta al olvido en la evocación del pasado, se le otorga la
capacidad de verificar o refutar la pretendida verdad del acontecimiento
histórico asentado en los discursos oficiales. Todo esto conduce, en el fondo,
a una idea particular de la historia como disciplina y al cuestionamiento de la
verdad de su discurso como palabra oficial de las instancias de poder.
Joaquín, es el único que cree y comprende
las historias de Matilda, que Eduardo Oligochea considera meros inventos de su
profusa imaginación. Las teorías del tío Marcos fracasan con la partida de
Matilda, víctima de la enajenación a que la induce la muerte de Diamantina y
las injusticias que asolan la ciudad, ignoradas mientras estuvo bajo la
protección y vigilancia de su tío. El cambio en Matilda introduce otros
espacios de marginalidad donde lo cotidiano contradice una vez más los ideales
de modernidad. Por eso, la prostitución, como la locura, se consideraba una
enfermedad y se la vinculaba con la degeneración y la mala conducta.
Muy a tono con esta opinión, Rivera Garza
incorpora la referencia a una obra paradigmática de la época, la realidad que
enfrentaban las prostitutas en la ciudad de México. Después Matilda al llegar a
la capital, encuentra como único refugio el manicomio, donde se consuma su
degradación, que es el triunfo de la contradicción sobre la razón de la ciencia
y la verdad de la historia oficial. Está otra vez encerrada, sin esperar nada,
hasta que se reencuentra con Joaquín, quien funciona como el punto de unión de
ambos espacios y de las dos caras de la historia. La rememoración se convierte
para Matilda y Joaquín en una búsqueda, la de sí mismos. El pasado de ella solo
está en él y en los expedientes de La Castañeda, y a pesar de eso Matilda decide
olvidarlo, borrar su identidad.
Así pues, el cierre de la novela está
constituido en gran parte por textos verídicos escritos por la interna llamada
Matilda Burgos en la novela, personaje que es producto de la reelaboración del
relato de ficción, mujer contradictoria pues su locura es definida tanto por su
verborrea como por su silencio, porque escribe y deja de escribir, por su
exceso de recuerdos y por el olvido, Matilda hace coincidir su memoria con los
mecanismos de selección de la historia oficial, para la cual registrar el
pasado es recuperar de él solo lo que legitime el poder.
Referencias:
·
Librería El Sótano. (s. f.). NADIE ME VERA
LLORAR / PD. Recuperado 22 de mayo de 2020, de:
https://www.elsotano.com/libro/nadie-me-vera-llorar-pd_10435822
·
López, R. D. (2011, mayo 25). «Nadie me
verá llorar» de Cristina Rivera Garza. Recuperado 22 de mayo de 2020, de:
http://lamuertemeda.blogspot.com/
·
Sandoval, N. J. É. (2013, junio 1).
Archivo, memoria y ficción en Nadie me verá llorar de Cristina Rivera Garza.
Recuperado 22 de mayo de 2020, de:
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0188-25462013000100005
·
Secretaría de Cultura, & Fundación
para las Letras Mexicanas. (2019, noviembre 29). Cristina Rivera Garza -
Detalle del autor. Recuperado 22 de mayo de 2020, de: http://www.elem.mx/autor/datos/929
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